Dante meditando las palabras de Francesca. Joseph Noel Paton (1881-1901)
Errantes e impelidas por el viento vagan las almas en el
segundo círculo del infierno. Allí encuentra Dante a Francesca de Rímini que cuenta
al poeta la conmovedora narración de su desgracia al haber abandonado la vida,
junto a su amante Paolo, hermano de su marido, a manos del esposo burlado.
Dante siente una gran compasión por las atormentadas almas
que allí se encuentran, pues todas ellas sufren el tremendo dolor de haber sido la
causa, por amor, de teñir de sangre el mundo.
Allí, entre otros, se encuentran Helena y Paris, causantes
de la cruenta guerra de Troya. También está Aquiles quien por amor a Briseida
volvió al combate causando la muerte al gran príncipe Héctor que nunca quiso la
contienda.
También está en ese círculo infernal Cleopatra, y Dido, reina de Cartago,
a quien la pasión amorosa hizo que se prendara de un hermoso cuerpo, lo cual
acabó llevándola al suicidio y a quebrantar la promesa hecha a las cenizas de
su esposo, el sacerdote Siqueo.
Apesadumbrado el poeta por el sufrimiento que padecen aquellas
almas se detiene ante Francesca quien, con tremenda congoja, agradece al poeta su
compasión e interés por todos los que allí purgan con el dolor el haberse visto arrastrados
por su pasión amorosa. La sombra de Francesca cuenta al poeta, mezclando el llanto a
las palabras, de qué modo cayó en las redes del amor
Fue un día en el que estaban ella y Paolo leyendo, por
entretenimiento, las aventuras de amor entre Lancelot y Ginebra:
“aquella
lectura –explica Francesca- hizo que nuestros ojos se buscaran muchas veces y
que palideciera nuestro semblante; mas un solo pasaje fue el que decidió de
nosotros. Cuando leímos que la deseada sonrisa de la amada fue interrumpida por
un beso tembloroso en la boca: el libro y quien lo escribió fue para nosotros
otro Galehaut [intermediario en los amoríos entre Lancelot y Ginebra]; aquel
día ya no leímos más”.
Tras escuchar el relato rememorando aquel momento feliz que
les había llevado a la miseria, Dante siente tal sobrecogimiento que cae
desvanecido. Así lo cuenta el poeta:
“Mientras un alma decía esto, la otra lloraba de tal modo
que, vencido por la piedad, me sentí desfallecer y caí como cae un cuerpo
muerto”
.Mª Angeles Díaz
Episodio relatado en el canto V de la Divina Comedia
Francesca de Rimini y Paolo Malatesta. Jan Bogaerts (1878-1962)
Existe una tradición pictórica de representación de la
última cena de Cristo con sus discípulos.
Al principio las pinturas se nos muestran austeras, como
literales, extrayendo con los pinceles lo más concreto del relato evangélico
donde se escenifica a Jesús rodeado de sus discípulos y señalando directamente
al traidor, a Judas. Algunos pintores incluso han resaltado en sus pinturas a
esta figura antagónica sentándola enfrente de todos ellos, al otro lado de la mesa.
O bien dándole la espalda al Maestro Jesús.
El realismo también llegó a esta tradición pictórica y
entonces se representó a los apóstoles reunidos en torno a la mesa, colocados a
ambos lados de ella.
También se añadieron elementos, como la mesa puesta con los utensilios para la cena, o personajes que no están en el relato evangélico, santos, fundadores de ciertas órdenes, criados y hasta reyes.
Algunos artistas florentinos añadieron a la escena una arquitectura y perspectiva centrando sus obras en destacar la institución de la Eucaristía, o comunión de los apóstoles.
Y si bien es cierto que Leonardo sigue la estela de esa
tradición de pintores florentinos en su representación de "La Última Cena", también es cierto que a
todos superó en cuanto a la tensión dramática que consiguió imprimir al acto,
acorde con el relato evangélico que se estaba ejemplificando. A.M.A.D.
Bernardo Bembo, seguidor
de la poesía de Dante y de "Los Fieles de Amor" es, de algún modo, el
que inició la restitución del poeta florentino al lugar de honor que por su
exilio en Rávena nunca debió perder en Florencia.
Bernardo, a decir de Cristóforo Landino, miembro como él de la academia platónica florentina, no
solo escribió versos que no pueden ser distinguidos de los del propio Dante, sino que también tuvo a su Beatriz; se llamaba Ginevra, un nombre
que a Bernardo le evocaba, por su simbolismo sonoro, al enebro.
Es por ello por lo que
cuando pidió a Leonardo da Vinci que pintara para él un retrato de esta dama, en él
aparezcan varios enebros de fondo. Y es que si algo caracterizó el espíritu de
los “Fieles de Amor” fue, precisamente, el amor hacia el ideal que representaba
la dama, siempre identificada con la imagen simbólica de la Sabiduría y la
Belleza interior del alma.
En el reverso del cuadro Leonardo pintó la insignia de Bernardo: una rama de laurel y otra de palma abrazando en el centro un enebro y, enlazandolo todo el lema de Bernardo en latín que dice: VirtutemForma Decorat. (La belleza orna la virtud), pues como para Platón "la Belleza es el esplendor de lo verdadero".
Perséfone 🌺, la amada hija de la diosa Deméter 🌾, fue llevada por Hades a su reino, el Inframundo.
Como consecuencia, Deméter, diosa que provee fecundidad a la tierra, cae en una desesperada y profunda tristeza que se traduce en el fin de toda vida vegetal sobre el manto terrestre.
Ante el peligro que esta esterilidad se vuelva definitiva, Zeus, rey de todos los dioses, determina que Perséfone pasará una parte del año con su esposo, y la otra con su madre.
Por eso hay épocas del año en que las semillas permanecen bajo tierra como si no tuvieran vida, y épocas en que de ellas brota la belleza exuberante del mundo vegetal 🌱🌾🌷🌴, y con ella, se dota de vida a todo ser viviente.
La imagen (cuyo autor desconozco) que acompaña este texto, captura el momento exacto en que la ya diosa del Averno, Perséfone, contempla extasiada el fruto de la granada que le ha ofrecido su esposo con el fin de asegurar su vuelta una vez al año a su reino. Cosa que ocurre cuando ésta toma un bocado.
Este fruto representa a la vez la vida y la muerte, porque:
- al estar henchido de semillas, simboliza esa dualidad de las simientes: enterradas bajo tierra, parecen muertas, pero atesoran toda la vida en su seno.
- su sorprendente belleza interior, cual piedra preciosa, simboliza los tesoros del mundo subterráneo 💎, del corazón de la Tierra, solo al alcance de quien reciba el don de llegar a él, muriendo y volviendo a renacer 🌱.
🤍 Esta página pretende ser un homenaje a esa Belleza interior (que todos atesoramos, como imagen que somos del Cosmos), a través de piezas hechas a mano con conciencia y Amor.
💎 Encontrarás sobre todo MINERALES, esos regalos tan preciados, y tan preciosos, que salen directamente de las entrañas de la Tierra. Que con esfuerzo, con pico y pala, ⛏️ se arrancan y son llevados a la superficie. Imposible no pensar en el duro trabajo del camino del Conocimiento, ese bajar a los Infiernos para renacer, renovado.
🧶 También encontrarás lana, hilo, y quién sabe qué más. Todo lo que nos permita transitar el camino de la creación artesanal con alegría y gozo.
📖 Y, por supuesto, habrá reflexiones para no perder de vista el foco que da origen a esta aventura.
La labor de Leonor de Aquitania junto a la su hija mayor, María de Champaña, y un selecto grupo de damas de la nobleza, tuvo para la posteridad cultural una gran repercusión al ocuparse de recoger por escrito las leyendas celtas del Santo Grial, la copa tallada en piedra esmeralda vinculada con el Cáliz cristiano, en ambos casos un símbolo del corazón de una Tradición y de uno mismo. Mitos y leyendas conocidos como "la materia de Bretaña" que contaban y cantaban los bardos y juglares que se acercaban a ellas y que estas fijaron en la letra ganándose Leonor el título de "reina de los trovadores".
La gesta de Leonor, de su hija María y del resto de compañeras y compañeros trovadores y escritores, como Chrétien de Troyes o André el Capellán, dió como fruto para la humanidad la recuperación de leyendas y valores ancestrales que estaban en plena decadencia, como es la tradición Celta, y revestirlos de la literatura caballeresca y de toda la saga del Grial que era a su vez el Cáliz cristiano, por lo que ambas fuentes tradicionales quedaron fundidas en su propia unidad esencial. Este fue el baluarte, o la ciudadela, en la que se adentraron los que se sintieron partícipes de esa visión contribuyendo a dar vigor a la propia Tradición, lo que permitió la continuidad de la cadena áurea de pensamiento, es decir, de la influencia espiritual emanada directamente de Dios mismo, esto es, de la Unidad.
Para nosotros, los contemporáneos, la gesta trovadoresca y educativa de la corte de Leonor de Aquitania, con sus tribunales de justicia, supone una conquista ejemplarizada en las Órdenes de Caballería cuyos antecedentes tienen su origen en la tradición druídica, de donde pasaron de forma regular al cristianismo que fue la tradición que los imbricó en las vivencias y aventuras del rey Arturo, antepasado de los bretones y de los Caballeros de la Tabla Redonda, de Lanzarote y Ginebra y por supuesto de Perceval, símbolo del iniciado.
Jesús nace en el seno del pueblo judío, y su linaje se remonta a los reyes de
Israel, a la casa de David, de la cual desciende. Su nombre hebreo, con el
agregado del griego Cristo, identifican a aquél que enviado del Padre para
la Redención y la Salvación de la humanidad, gustaba de apelarse "Hijo del
Hombre", evidenciando así su doble naturaleza, divina y humana, arquetipo
de la composición dual del hombre, símbolo vertical y axial de la
comunicación cielo-tierra, hecho a imagen y semejanza de su Creador.
Jesús nace oculto en un humilde sitio y es visitado y adorado por tres reyes
y magos que siguiendo la luz de la estrella han llegado a conocerlo. Luego
va creciendo en sabiduría y bondad y después de sortear varios peligros, en
los que sus padres lo protegen, quiere ser bautizado por su primo Juan, el
asceta que vive en el desierto, el cual bautiza con agua, mientras que él
bautizará con fuego, con su sangre sacrificial simbolizada por el vino. De
allí en más se desarrolla una historia iniciática que los Evangelios recogen
puntualmente y donde prima el sentido esotérico sobre cualquier otra cosa,
a tal punto que si no fuera por este sentido resultaría absurdo lo que se
afirma en ellos, por contradictorio e irracional y por lo tanto oscuro y
confuso.
En los Evangelios florece el conocimiento de la auténtica
tradición de Israel, aquélla que acuñara Moisés el Egipcio y que el
Salvador hereda y plasma de acuerdo al desarrollo del tiempo y los ciclos y
ritmos de todo proceso. Todo está en los Evangelios si se los sabe leer. Su
enorme contenido emocional, y su belleza rebasan las interpretaciones
racionales y materiales y nos presentan la tremenda y magnífica semblanza
del Hombre-Dios y el paradójico recorrido de su vida que acabará en el
corazón de la cruz, después de haber sido recibido triunfalmente en
Jerusalén y luego de haber pasado por pruebas y atravesado el Jordán
varias veces.
Allí entrega finalmente la vida y el tiempo y renace
definitivamente en la Vida Eterna en comunión con su Padre con el que
forma una sola y única substancia revestida de un Cuerpo de Gloria. Tal es
aquel hombre histórico y arquetípico, imagen viva del Cristo interno,
Universal y Eterno, que dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida";
también dejó dicho: "Buscad y encontraréis". Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Federico González y Colaboradores.
Las Sibilas son sacerdotisas itinerantes que recorren toda una geografía sagrada y significativa del Occidente Cultural para profetizar un idéntico mensaje oracular: el nacimiento de Cristo. Son, pues, anunciadoras del Dios único, y del Verbo encarnado que comunica al mundo un tiempo nuevo.
Homero, Virgilio, Platón, Marco Varrón, Eliano, San Agustín, San Isidoro, Ptolomeo o el neoplatónico Cristóforo Landino, entre otros, nos hablan de estas sabias precristianas que cumplen un papel determinante en la historia de las ideas al ejercer de intermediarias entre el antiguo politeísmo pagano y la idea de un solo dios, creador del Cielo y de la Tierra, que ampara bajo su manto a todo el Universo.
Del prestigio y consideración que tuvieron estas entidades en nuestro pasado dan cuenta los Oráculos Sibilinos Hebreos, una recopilación de textos en lengua griega que van del siglo III a.C. al X d.C.
El número de estas sabias varía un poco según las fuentes. Por ejemplo, Lactancio en sus “Instituciones Divinas” nombra a diez, sin embargo a partir del siglo XV se habla de doce Sibilas. También varían los nombres de algunas de ellas, pero lo que no cambia es lo que ellas simbolizan como anunciadoras, mensajeras y puente que une al tiempo inmemorial la idea representada en la “Buena Nueva”.
El bosque, o la selva, siempre ha representado para el ser humano un lugar plagado de grandes peligros. Desde el punto de vista del simbolismo tradicional es el lugar análogo al laberinto en el que fácilmente podemos extraviarnos o incluso perdernos, tal cual Dante tenía perdida su alma antes de comenzar su recorrido iniciático y hallar la salida a su oscuridad.
Pero al mismo tiempo el bosque ha sido también un lugar de protección para aquellos que huyen de cierta clase de amenazas y buscan la libertad de sus actos en los pequeños claros que este ofrece, para realizar en ellos sus ritos ancestrales a cielo abierto, en estado puro de comunión con la naturaleza y a salvo de las miradas profanas.
En un claro del bosque, y ante una estatua de Afrodita, nos describe Filóstrato los rituales de Safo y sus alumnas, todas ellas seguidoras de las Musas. También en un abra del bosque tenían lugar los cultos a Diana, la diosa cazadora. Y por supuesto, en ese mismo lugar, y bajo la bóveda celeste, se reunían las brujas, nombre con el que los inquisidores de la Edad Media denominaban a las mujeres que con sus aquelarres mágico-teúrgicos invocaban a las potencias cósmicas para fecundar el mundo, esto es, invocar a las fuerzas constructivas y destructivas, para mantener la tensión en la que se sostiene el mundo.
"tanto en los bosques como
en las selvas existen abras y claros donde
poder reposar momentáneamente y ver la
inmensa majestad del cielo. En muchas sociedades estos espacios son tomados como
lugares de culto tal cual lo hacían las mujeres que en la Edad Media y en la época de
la Inquisición la religión denominaba brujas. Incluso en ellos se han erigido templos.
Salir de estos accidentes es análogo a partir del laberinto y encontrar el camino de
vuelta a nuestra mansión de la que no hemos
salido nada más que de modo aparente".
Sócrates dialogando con Diotima de Mantinea y quizá con Platón (anónimo).
Consultar al Oráculo de Apolo, tanto en el templo que tuvo
en la isla de Delos como el que luego fue su famoso templo en Delfos, del que Plutarco fue sacerdote, requería de una
pregunta bien planteada ya que solo de ese modo el Oráculo podía emitir una
respuesta adecuada. Nadie que tuviese que tomar una decisión crucial para su
vida, enfrentar un dilema o realizar un viaje dejaba de acudir al consejo de
Apolo. Sabemos que Eneas se detuvo en Delos para preguntar al dios, qué camino
debía tomar para fundar Alba Longa, que fue el origen de Roma. Otros dirigían
sus preguntas en pos de una orientación que les guiase a elegir entre la
diversidad de creencias y filosofías que había en esa época.
Querefonte, un ciudadano ateniense, buen amigo de Sócrates y reconocido político
demócrata, fue al Oráculo de Delfos para hacer la siguiente pregunta: ¿Quién de
todos los filósofos y pensadores es el más sabio? El Oráculo, por medio de la Pitonisa,
respondió que Sócrates era el más sabio de todos ellos. Ciertamente, aunque la
Filosofía nace con Pitágoras siendo el primero en nombrarla, es Sócrates quien
la desarrolla y le da forma.
Naturalmente enseguida corrió por todas partes esta
respuesta oracular llegando hasta el propio Sócrates quien quedó totalmente
sorprendido. ¿Cómo podía haber emitido el dios aquella respuesta cuando él se
consideraba tan ignorante sobre tantas cosas?
Y es por ello que a partir de ese momento se dedicó a
desentrañar el enigma del dios, esto es, a preguntar sobre lo que no sabía a
los que decían tener las respuestas. Y así fue como se ganó la enemistad de los
sofistas que tras ser interrogados, primero uno, luego otro, y ponerse de
manifiesto que los que se tenían por más sabios eran los más carentes de
sabiduría, estos se enojaban al quedar en evidencia ante las personas que
seguían a Sócrates, en su mayoría jóvenes de familias nobles, que eran también
los más ilustrados. Platón es el mejor ejemplo, un aristócrata hijo de una
familia muy ilustre de la antigua realeza del Ática, que desde niño escribía y
componía textos teatrales.
Sócrates cuya su filosofía se basa en la “docta ignorancia”,
se tomó esa búsqueda como si se tratara de realizar los trabajos de Hércules,
pues se propuso ser fiel a su deber consigo mismo y con la divinidad.
Y así, dialogando y reflexionando con unos y otros y
esperando saber si habría alguien capaz de rebatirle aquella certeza,
refrendada por el propio dios Apolo, fue como descubrió que los poetas no son
sabios, sino inspirados con ciertas dotes naturales y que escriben bajo
inspiración, Asimismo vio que los profetas y adivinos practican frases inteligentes
y bellas, pero nada es fruto de su inteligencia y por ello muchas veces lanzan
mensajes sin darse cuenta de lo que están diciendo. Descubrió también que hay
otra clase de conocimientos que son los que poseen los artesanos. De todo eso
Sócrates reconoce no saber nada.
Como respuesta a las afrentas que recibían por no saber
responder a las preguntas de Sócrates algunos de los agraviados, entre ellos un
tal Anito, acabaron denunciándolo ante el tribunal bajo la acusación de
pervertir con sus ideas a los jóvenes.
Finalmente, el tribunal decidió por mayoría que Sócrates era
culpable por lo que fue condenado a la pena de muerte, aunque le dieron a
escoger: pagar una cuantiosa multa, o bien aceptar la pena capital a través de
la ingesta de cicuta.
Ciertamente Sócrates no tenía esa cantidad que le exigían,
ni quiso endeudarse permitiendo que otros pagaran por él la multa, así que no
le quedó otra que aceptar tomar la cicuta, lo cual era una deferencia dado que
a los reos en general se les encerraba y simplemente se les dejaba morir de
sed.
La defensa que Sócrates hizo sobre sí mismo ante los
miembros del Senado no solo es conmovedora, sino que constituye el fundamento del
pensamiento filosófico que atraviesa y articula la historia y la cultura de Occidente.
Este que sigue es un fragmento de su propia defensa que puede seguirse en la
Apología de Sócrates, de Platón:
“Veréis atenienses, todos sabéis quien era Querefonte,
demócrata como vosotros, desterrado por el régimen de los 30 tiranos y que
luego contribuyó a restaurar el sistema democrático. Este amigo mío, en cierta
ocasión fue a Delfos y se atrevió a hacer la siguiente consulta al oráculo;
preguntó si había algún hombre más sabio que yo, y este le dijo que no había
nadie más sabio que yo. Cuando conocí la opinión del oráculo sobre mí, empecé a
reflexionar. ¿Qué quiere decir realmente el dios? ¿Qué significa éste enigma?
Porque yo sé muy bien que no lo soy. ¿A qué viene, pues, proclamar que lo soy?
(…)
Al desenmascarar a la gente ésta se encorajina contra mí (…)
Es probable que ni uno ni otro sepamos nada que tenga valor, pero estos hombres
creen saber algo y no lo saben, en cambio yo, así como, en efecto no sé,
tampoco creo saber. Parece, pues, que al menos soy más sabio que ellos en esta
misma pequeñez, en que lo que no sé tampoco creo saberlo (...) Luego ha surgido
un grupo de jóvenes que parece que se interesa y me sigue pues le gusta ver
cómo interrogo a la gente y ellos mismo me imitan.
De esta indagación, atenienses -sigue diciendo
Sócrates- han surgido todos estos odios y estas enemistades, que han provocado
las calumnias que sabéis, y me han hecho adquirir el nombre de sabio; porque
todos los que me oyen dialogar creen que sé todas las cosas sobre las que
descubro la ignorancia de los demás. Me parece, atenienses, que sólo Dios es el
verdadero sabio, y que esto ha querido decir a través de su oráculo, dando a
entender que toda la sabiduría humana no es gran cosa, o mejor dicho, que no es
nada; el oráculo ha elegido mí nombre como un ejemplo, y como si dijese a todos
los hombres: el más sabio entre vosotros es aquel que reconoce, como Sócrates,
que su sabiduría no es nada.
Toda mi ocupación ha sido y es trabajar para
persuadiros, jóvenes y viejos, que antes que del cuidado del cuerpo y de las
riquezas, es del alma y de su perfeccionamiento de lo que os habéis de ocupar,
porque no me canso de deciros que la virtud no viene de las riquezas, sino por
el contrario, que las riquezas vienen de la virtud, y que es de aquí de donde
nacen todos los demás bienes públicos y particulares. Pues bien, si diciendo
esto corrompo a los jóvenes, tendré que aceptarlo, pero si alguien sostiene que
yo digo una cosa distinta miente. Atenienses tened presente que aunque se me
impongan mil penas de muerte no puedo sino afirmarme en todo lo que he dicho,
así hagáis caso a Anito, me absolváis o no me absolváis. Y no digo más, porque
es hora de partir, yo para morir, y vosotros para vivir. Quién de nosotros va a
una mejor suerte, nadie lo sabe, solo los dioses lo saben". Mª Ángeles Díaz(Fb)
Cuenta la Tradición que Cupido tras extraer dos flechas de su aljaba, una de oro y otra de hierro y plomo, las lanzó con su arco yendo a dar la de oro al delio Apolo y la otra a la ninfa Dafne.
Después de recibir el impacto Apolo se siente ardientemente enamorado de la ninfa. Esta, sin embargo, huye aterrada pues no siente sino un gran rechazo por el apasionado amante que no desea otra cosa que las nupcias con ella siendo así que la persigue tratando de enamorarla.
“Ninfa, te lo ruego, espera no te sigue un enemigo, el amor es la causa de seguirte.
¿Acaso no sabes quién soy? No soy un pastor de rebaños. No sabes de quien huyes ni por qué huyes. …Júpiter es mi padre. Yo descubrí la medicina y auxiliador por el orbe se me llama y el poder de las hierbas sometido está a nos.
Ay de mí, que por ninguna hierba el amor es sanable y no sirven a su dueño las artes que sirven a todos”.
La fugitiva no quiere escuchar las súplicas del delio Apolo a pesar de que estas le llegan por las alas del amor. Por ello pide ayuda a su padre, dios de un río, quien aun deseando tener de su hija nietos le había prometido, tras habérselo suplicado esta, que la mantendría virgen como la delia Diana, pues como gemela de Apolo, también había nacido en el monte Cinto, de la isla Delos.
Siendo así, y por cumplir la promesa dada, hace que su hija Dafne pierda su figura mientras huye del ardiente Apolo y pronto su cintura, y de inmediato todo su cuerpo, se ciñe de una tenue corteza de la que brotan ramas y olorosas hojas.
Nace así el árbol del laurel con el que Apolo, en recuerdo de ese amor no logrado, distingue con coronas laureadas a los héroes que consiguieron su hazaña.
Dafne o laurel, o es otra que la esquiva Laura de Petrarca, es decir la Dama Sebiduría que todo iniciado en los misterios quiere alcanzar para hacerla dueña y señora de su corazón. Mª Ángeles Díaz
Luigi Mussini (1813-1888) Marsilio Ficino recitando a Lorenzo de Medici y otros miemnbros de la familia platónica.
La escena es en Villa Careggi y reproduce un pasaje
del De Amore de Ficino, donde
aparecen varios personajes de la Academia Platónica de Florencia celebrando un
banquete ritual en el día del cumpleaños de su maestro, acto que desde de los
tiempos de Proclo y Porfirio no se había vuelto a celebrar.
En este cuadro, como si de un rito congelado se
tratara, están representados Lorenzo de Medici, sentado y majestuosamente
vestido de rojo escuchando la disertación de Marsilio Ficino, de pie frente a
la estatua de Platón. También aparece Pico de la Mirandola, el príncipe de la
Concordía.
Y podríamos aventurar que entre los representados se
encuentran Francesco Bandini, portador de la Academia platónica a Hungría;
Cristóforo Landino, a quien corresponde el honor de
haber sido el primero en editar una traducción de “La Divina Comedia”, ilustrada por Botticelli, siendo así como
comenzó la reparación que los florentinos le debían a Dante tras haber
provocado su exilio.
También debe estar en esta escena de Villa Careggi, Bernardo
Bembo, gran orador veneciano y patrón de filósofos; y por supuesto uno de los representados es el cardenal
Bessarión, “la luz de la Academia” -a decir de Ficino-.
Es seguro también que uno de ellos esAntonio
degli Agli, dado que está entre los invitados al Banquete de Platón.
Y Poliziano, traductor de Homero y creador de la primera
Fábula de Orfeo, que con los años Monteverdi convirtió en primera ópera.
Seguramente que otro de los que asistieron alguna vez
a esas reuniones es Fernando de Córdoba, el hermetista español que ayudó a Bessarion
en su “Defensa de Platón”, junto a Jurad Dragisic, de Srebrenica, actual
Bosnia, que se ocupó también, como jurista, de la defensa de Pico tras la
acusación de herejía que recibieron varias de sus 900 tesis, y de la de Johann
Reuchlin, acusado de defender los libros hebreos.
Y damos por cierto que otro de los representados en ese
escenario es Giovanni Cavalcanti, pues sabemos que fue el más brillante al
recitar de memoria las obras de Platón durante esos banquetes rituales. Mª
Ángeles Díaz
Villa Careggi, Florencia, 1888 (commons.wikimedia)
Baldassarre Peruzzi. Muerte de Orfeo, Roma. Villa Farnesina.
Los testimonios tradicionales narran que las mujeres de
Lesbos, y la escuela de Safo en particular, recogieron los restos dispersos de
Orfeo destrozados por el delirio de las Bacantes, mujeres que participaban de
los misterios báquicos a través de la embriaguez, como medio iniciático y de
integración con el dios. Estas mujeres son el símbolo de las energías excesivas
que irrumpen en todo descenso cíclico cuando una tradición sapiencial degenera, con el fin de acelerar el proceso de cambio. Las Bacantes son entidades que la mitología y la plástica nos representan junto a Dionisos, danzando e invocando al
aspecto más salvaje del dios, asociado al vino y al frenesí.
Efectivamente, en Mitilene, y en toda la isla de Lesbos por
extensión, rebrotó en ese periodo de la vida de Safo la Tradición Orfica,
siendo varios los autores clásicos que así lo corroboran. Este es el caso de
Fanocles, un poeta griego quien, en una obra titulada "Erotes", relata
que las mujeres tracias habían descuartizado a Orfeo, pero que la cabeza y la
lira del cantor fueron arrastradas por la corriente marina hasta Lesbos donde
dichos restos recibieron sepultura.
Un texto de Proclo viene a poner luz sobre este hecho. Dice
el filósofo platónico que el origen simbólico de esta leyenda concerniente a la
cabeza de Orfeo reside en que la gente de Lesbos tomó de la Tradición Orfica su
parte más alta, la primera y principal, es decir que en Mitilene asimilaron por
comprensión de las ideas una Tradición, o lo que es lo mismo, una Cosmogonía
con la que reconstruir su mundo y su escala de valores. O sea, su particular
escalera al cielo. (Del libro: "Viaje Mágico-Hermético a Andros.
Una Aventura intelectual"). Mª Angeles Díaz
PINACOTECA SIMBÓLICA
Recreación de Andros en nuestro Teatro Hermético de la Memoria
Otra reseña: https://www.2enero.com/textos/andros_apitarch.htm
Recreación fotográfica de la presentación del libro en Barcelona. Vemos en la mesa, de izquierda a derecha, a Francisco Ariza, la autora y José Manuel Río.
Hace ahora unos cuantos años apareció en el yacimiento Ibero Romano de Cástulo, en Linares (Jaén), este precioso grabado de Eros en un cristal de roca. Es una pequeña pieza de unos
16 milímetros, datada en el siglo I.
Se trata una representación del más bello y el más joven de todos los olímpicos, hijo de Afrodita y camarada de Cupido. Es Dios de la unidad por excelencia, cualidad que comparte con Amor.
Por cierto, la palabra hebrea que significa Amor es Ahabah, que numéricamente equivale a la palabra Ehad (Uno) y por tanto se identifica con la sefirah Kether".
Como nos decía el poeta: "Estas son nuestras labores, traducir el sentido espiritual y metafísico de las noticias a la actualidad".
Fuente de la Noticia: http://rutasimbolicas.blogspot.com/2019/10/erote-hallado-en-el-yacimiento.html
"…Sepas que soy madre y naturaleza universal, señora de
todos los elementos, principio primordial de los tiempos, soberana de todas las
cosas espirituales, reina de la muerte, de los océanos, y también reina de los
inmortales, la única manifestación de todos los dioses y diosas, mi gesto manda
sobre las alturas resplandecientes del cielo, la saludable agua del mar y los
secretos lloros del infierno.
Aunque soy adorada en muchos aspectos, y conocida por
nombres innumerables... los troyanos, que fueron los primeros que nacieron en
el mundo, me llaman Pesinuntica, madre de los dioses, los atenienses, naturales
y allí nacidos, me llaman Minerva cecrópea, y también los de Chipre, que moran
cerca de la mar, me nombran Venus Pafia, los arqueros y sagitarios de Creta,
Diana, los sicilianos de tres lenguas me llaman Proserpina, los eleusinos, la
diosa Ceres antigua y otros me conocen como Juno, otros Bellona, otros Hecates,
otros Ranusia... pero los egipcios que se destacan en el aprendizaje y culto
antiguo, me llaman por mi nombre verdadero ... Reina Isis."
Apuleyo, iniciado en los Misterios de Isis, en su libro: El Asno de Oro
Sabido es que en la literatura
tradicional o simbólica los mitos y las leyendas tienen cuatro niveles de
lectura (literal,
alegórico, simbólico y metafísico), los cuales están en todas las cosas entre
las que, por supuesto, está incluido el ser humano. También los textos sagrados
y revelados de las distintas culturas poseen esos mismos niveles de comprensión,
que evidentemente son grados de conocimiento. Grados, todos ellos, útiles y
perfectamente jerarquizados como lo son, en efecto, los peldaños de una
escalera. Una muestra de lo que intentamos decir la hallamos, precisamente, en la
literatura amorosa profana en la cual, mezclados con textos sapienciales, se escriben
versos halagando a mujeres reales sin tenerse en cuenta significados simbólicos
y metafísicos, y por lo tanto sin percatarse los autores de estos textos de que
la influencia de esa literatura afectiva desciende desde el mundo iniciático al
profano, nunca a la inversa.
Sin embargo, esta desviación literaria
respecto al sentido metafísico del Amor no es del todo achacable a los poetas
profanos, ya que en muchos casos han sido intencionadamente inducidos a dicho
equívoco por los propios iniciados, que de ese modo han salvaguardado del
ostracismo, y a veces de la persecución, el sentido iniciático de muchos de
estos textos simbólicos[1]. Aun
así, esta no es la razón principal de esta ocultación, sino que la propia
naturaleza de estas Enseñanzas doctrinales implica que su lectura más elevada esté
reservada a aquellos que por una vía u otra han recibido el influjo espiritual
que les permite desvelarla. No obstante, esta doble interpretación de la
doctrina metafísica tiene una motivación añadida, expresada por Horapolo del
Nilo (último sacerdote del templo de Isis) al referirse al sentido que los
egipcios daban a sus jeroglíficos e ideogramas, de los cuales los sacerdotes extraían
un sentido trascendente, mientras el pueblo podía obtener de su lectura literal
enseñanzas beneficiosas para su vida cotidiana.
Son varios, y todos ellos
relevantes, los autores tradicionales que han escrito libros cuyo tema versa
sobre el Amor, identificado con la Verdad y con Beatriz, así lo declara Dante en
la Vita Nuova cuando al hablar de
Beatriz dice que esta debe ser “llamada Amor”. Una simbólica esclarecida y
perfectamente descrita en el ritual del grado 26 de la Masonería Escocesa (Rito
Escocés Antiguo y Aceptado), llamado “Príncipe de Gracia”, donde aparece una
estatua representando la Verdad cubierta con un velo de tres colores, verde,
blanco y rojo, referidos a los tres colores alquímicos. El capítulo de ese alto
grado masónico tiene por nombre el “Tercer Cielo”, correspondiente al Cielo de
Venus, la diosa del Amor. Durante la ceremonia ritual el Venerable escocés
lleva una flecha en la mano y sobre el pecho un corazón dentro de un triángulo,
siendo una personificación del Amor[2]. Como
vemos, en este grado masónico la Verdad, el Amor y Venus se identifican, de
igual modo que entre los Fieles de Amor, donde Beatriz se identifica con Verdad
y Amor.
Emblema tricolor del Grado 26 de la Masonería del Rito
Escocés Antiguo y Aceptado, llamado "Príncipe de Gracia".
En esta literatura iniciática sobre el Amor y
la Dama Sabiduría que surge en el siglo XII en ciertas cortes, como la de
Aquitania (de la que participan también los trovadores), y que nutre a las Órdenes de Caballería,
confluyen dos corrientes tradicionales: una procedente de Salomón (Cantar de los Cantares y Sabiduría), y otra de la Filosofía
clásica, fundamentalmente a través de Platón (Fedro y El Banquete)[3]
y Ovidio (El Arte de Amar), a las que
debemos añadir las leyendas de origen celta recogidas en la saga del Grial, donde
el amor a la Dama, como símbolo de la búsqueda interior, cobra toda la
relevancia.
Aquí debemos citar a un escritor
medieval conocido como André el Capellán y su obra titulada precisamente Sobre el Amor. Se trata de un autor
clave en la transmisión de la doctrina tradicional, lo mismo que Chrétien de
Troyes[4],
ambos del siglo XII y pertenecientes a la corte de Aquitania. Sin embargo, no
es autor solo el que escribe, lo es también el que define el tema, el argumento
y el sentido de la obra, papel que en la creación de este libro debemos dar a
María, condesa de Champagne e hija de Leonor de Aquitania, según nos lo cuenta
el propio André.
Esta obra se nos presenta como un
tratado sobre la energía del Amor, “verdadero motor que mueve todo lo que
existe”, tal y como Dante señalaría en la Vita
Nuova y en el último versículo de la Divina
Comedia. Si bien hacia el final del texto entra en contradicciones que desvían
completamente la atención del lector, debemos insistir aquí diciendo que no
sería esta la primera vez en que una Tradición oculta a la mirada profana el verdadero
fondo de esta poiesis, que no es otro
que el de exaltar, bajo el velo de la poesía amorosa, pensamientos dirigidos a
Dios mismo, en este caso al aspecto femenino más elevado de la Deidad.
La obra de André, es doctrinal y
educativa, pues las Cortes de Amor, y los tribunales que dirigieron las mujeres
de la corte de Aquitania, fueron lugares donde se educaron los comportamientos
entre parejas y se resolvieron los conflictos que, por falta de formación o
entendimiento, requerían una mediación justa que ellas ofrecían en los
veredictos que dictaban de acuerdo a las estrictas reglas del dios Amor. Entre
estas damas, además de la reina Leonor y su hija María, podemos citar a Beatriz,
la condesa de Dia, trobairitz (trovadora)
de la Provenza, Alix de Champagne, Hermenegilda, vizcondesa de Narbona,
Stéphanette des Baux, Odalasie, vizcondesa de Aviñón, etc.
Venus de la Flor
Durante ese periodo histórico André
recrea el Arte de Amar y Remedios de Amor de Ovidio, que son
manuales prácticos de comportamiento y tratados filosóficos sobre el amor que le
sirven como fuente principal de su propio tratado. Y es que Ovidio,
autoproclamado “maestro de Amor”, tiene muy claro la forma en que este dios
aparece ante los seres humanos y cómo estos deben proceder ante él. Lo primero,
dice Ovidio, es descubrir qué es lo que verdaderamente amas, luego conquistarlo
y lo más difícil, mantenerlo. Esta es la síntesis espiritual de toda interpretación
iniciática cualquiera sea la forma que esta tome para expresarse. Y esa es
precisamente la razón de que Beatriz (Amor-Verdad) le indique a Dante en el
canto V del “Paraíso”, cuando ambos llegan al cielo de Mercurio:
Abre
la mente a cuanto yo te digo / y guárdamelo bien; que no hace ciencia el
entender, sino el guardar consigo.
Ovidio
también trata a lo largo de su bibliografía del aspecto más humano del mito, y
lo hace muchas veces a través del alma femenina, en concreto en sus Heroidas, donde una serie de mujeres,
heroínas de la Ilíada y la Odisea, nos son presentadas por el autor
bajo un aspecto más relacionado con la “Venus Pandemos”, que es a fin de
cuentas una creación de la “Venus Urania” en su cara más humana, y como señala
la historiadora del arte Adara Mª Ariza Díaz recogiendo esta tradición:
Afrodita-Venus es físicamente bella porque representa
la Belleza divina. En este sentido, debemos recordar la distinción que Platón
establece entre la Afrodita Urania y la Afrodita Pandemos. Mientras que la
primera, nacida sin madre del esperma de Urano, dios del Cielo, simboliza la
Unidad de lo divino, la segunda, hija de Zeus y Dione, es la multiplicidad, es
decir, lo terrenal y mutable. Pese a la evidente inferioridad de la Afrodita
Pandemos, cumple un papel importante para la filosofía platónica, ya que por
ella lo divino se muestra a los hombres, permitiendo su acceso a la Verdad
última[5]. Mª Ángeles Díaz
[1] Jacques de
Baiseux, otro integrante de la milicia secreta en la que estuvieron
constituidos los Fieles de Amor, en su poema C’est des fiez d’Amours, ordena “que no se revelen los consejos de
Amor, sino que se oculten con todo cuidado”.
[2] Ver: Sedir. Historia y Doctrina de la Rosa Cruz.
Cap. I Editorial Humanitas. Barcelona 1992 y Le Tuilleur de Vuillaume. Dervy-Livres, París 1983. Asimismo, René
Guénon, Esoterismo de Dante. Cap.
III.
[3] En El Banquete, Sócrates habla de Diotima,
su “maestra en las cosas del Amor”, según afirma él mismo afirma, quien le
enseña acerca de la naturaleza de este dios, sobre quiénes son sus progenitores
y cuál es su utilidad. Un tema sobre el que vuelve León Hebreo en sus Diálogos de Amor, y Marsilio Ficino en
su De Amore.
[4] Ver René Guénon. Esoterismo Cristiano. Cap. VII, “Fieles
de Amor y Cortes de Amor”.
[5]Afrodita-Venus. Cuadernos de la
Tradición Unánime, 2018. bibliotecahermética.com