martes, 31 de mayo de 2011

La Liebre, Símbolo de Generación y Vigilancia


Niño con liebre. Museo Arqueológico de Cabra. Córdoba. España


A menudo en los museos arqueológicos nos encontramos con estatuas de la época romana donde aparecen niños portando una liebre o un conejito en sus brazos. Yo las recuerdo de mis últimos viajes a Florencia, Atenas o a la Córdoba andaluza, aunque las he visto también en otros lugares que ahora no puedo precisar. La descripción que se da de todas ellas suele decir:
“Niño/a con liebre” o “Niña/o con animalito”
Luego anotan el material en que está hecho, la época y su procedencia, pero en definitiva se dejan siempre lo más interesante, su simbolismo y con ello el espíritu que creó estas piezas. Eso es un signo de estos tiempos en los que suele haber más información que nunca sobre las cosas, pero a la vez mayor desconocimiento de lo esencial de ellas. En especial esto sucede con el arte tradicional dado que la mayoría ha perdido la llave para obtener sobre él una perspectiva acorde a la naturaleza de su esencia.

Obtener esa perspectiva requiere una educación especial que el mundo moderno, en general, ya no puede ofrecer. Los hay que alcanzan a vislumbrar la alegoría, que confunden con el simbolismo, de ahí que para algunos poseer la mirada que da la Ciencia Sagrada (Simbología), sea el más valioso de los tesoros, puesto que se está en condiciones de reconocer que la obra de arte tradicional no alude sólo a un pasado histórico y a un modo literal o estético de entender la vida, sino que ésta emite una enseñanza atemporal que está referida a nosotros mismos, a nuestra realidad más profunda, y ese es su valor más alto, del que derivan jerárquicamente los demás.


La escritura del dios en la liebre
La liebre (como el conejo), representa en su propia naturaleza la idea de la fecundidad permanente, asociada tanto a la generación animal como a la generación intelectual, ya que son análogas; pues este animal no sólo queda fecundado en la primera cópula, sino que además no deja de ovular, retiene los espermatozoides y puede desarrollar dos gestaciones diferentes a la vez, en tiempos distintos. Su exaltación de la vida hace que sea el único animal donde no se da el aborto, ya que su organismo absorbe físicamente los embriones que por alguna causa no son viables.

Para los escultores y artistas tradicionales, conocedores de las leyes y el lenguaje sagrado de la Naturaleza, este hecho no podía pasar inadvertido, por eso cuando esculpían la figura de un niño, muchas veces lo acompañaban conscientemente de este animalito donde se expresa una energía benefactora y protectora de la infancia.



Niña con liebre. Expuesta en el aeropuerto de Atenas. El original pertenece al templo de Artemisa, diosa de los animales


Entre los símbolos grecorromanos la liebre es uno de los atributos de Artemisa, la diosa de los animales, es decir su protectora, la que los entiende y conoce su lenguaje así como el lugar que este animalito ocupa en el mandala de la existencia.

Horapolo del Nilo, que fue el último sacerdote egipcio, dice en su Hyeroglyphica (aquel famoso manuscrito que Cristóforo Buondelmonte encontró en la isla de Andros), que la liebre es para los antiguos egipcios el jeroglífico con el que expresan la idea de apertura, de estar alerta o despiertos y no dormidos.

Dice Horapolo:


"Cuando quieren significar 'apertura' pintan una liebre, porque este animal tiene siempre los ojos abiertos"
Esta es precisamente la idea representada por Andrea Mantegna en su obra “La Oración en el Huerto”. En este cuadro el pintor nos presenta a Cristo enseñando junto a sus discípulos Pedro, Santiago y Juan, que aparecen adormecidos. En esta pintura aparece un pequeño bestiario: el buitre en un árbol, las cigüeñas en la tierra y junto a Cristo la liebre, en una clara significación de alertar acerca de la necesidad de estar atentos y vigilantes.

Justamente el evangelio de Mateo, fuente en la que se inspira Mantegna para dicha pintura, pone en boca de Cristo la siguiente afirmación:


"Velad o orad para no caer en tentación" (Mat. 26,41).
Andrea Mantegna. La Oración en el Huerto. Obra depositada en la National Gallery de Londres.

La tentación del error constante. Así pues, la liebre que aparece junto a Cristo alude a la idea de vigilancia y de alerta frente al peligro de quedar atrapado por el sueño y la ignorancia, que en la pintura de Mantegna embarga a los discípulos del maestro Jesús. Aquellos que habiendo sido fecundados por sus palabras olvidan sus enseñanzas, porque no las reiteran, o sea, no las hacen vivas permanentemente. Tal cual lo expresa la liebre constantemente engendrada. Núria




Andrea Mantegna. La Oración en el Huerto.  Detalle donde se ve a los discípulos dormidos junto a las liebres indicándose la necesidad, en cuanto a las enseñanzas de Cristo, de permanecer alerta para no distorsionarlas ni olvidarlas.

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sábado, 16 de abril de 2011

Sobre el nombre de los ríos

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El río Tigris, que nace en Armenia, debe su nombre a una leyenda relacionada con Dionisos, ya que, según refiere Plutarco, éste, enloquecido por la persecución que sufría por parte de la celosa Hera, quien le odiaba por ser hijo de su esposo Zeus y de la ninfa Sémele, en su huida llegó hasta Armenia donde se encontró con este enorme río, y puesto que le era imposible cruzarlo invocó la ayuda de su padre. Zeus, al escucharlo, le envió un tigre sobre el cual Dionisos avanzó sin peligro. Desde entonces el río, llamado hasta ese momento Sólax, que significa “el que baja” pues desciende desde Araxes hasta el lago de Arsacida, cambió su nombre por el de Tigris en recuerdo de este hecho. Y en cuanto a la iconografía y bestiario simbólicos de Dionisos, esta es la razón de que este animal lo identífique o que a menudo se le represente junto a él, o bien revestido de su piel. Núria

viernes, 11 de marzo de 2011

Hércules-Melkart de Sancti Petri (Cádiz)

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Sancti Petri es una pequeña isla que está situada en el sur de San Fernando (Cádiz). Antiguamente había en ella un templo a Hércules cuyas cenizas se encontraban en él depositadas.

Estrabón refiere en su Geografía ese importante templo a Melkart, uno de los nombres de Hércules, y señala que fue fundado en tiempos de la guerra de Troya, a comienzos del siglo XII a.C.

En el frontispicio, así como en distintos lugares de su interior, aparecían, labrados en bronce, los doce trabajos de Hércules y en su altar ardía un fuego perpetuo cuya vigilancia era ejercida con toda dignidad por sacerdotes. También había a su entrada dos pozos de agua dulce que tenían un régimen de crecidas inverso al de las mareas.

La figura que presento es de Hércules-Melkat y fue hallada en el lugar donde se encontraba su templo. Es de bronce, mide 36 centímetros y está datada en época fenicia arcaica (siglos VIII-VII a.C.). Como se observará tiene una curiosa y evidente semblanza con el arte egipcio. Núria


martes, 15 de febrero de 2011

La Casa del Brazalete de Oro



Máscara teatral de la "Casa del Brazalete de Oro". Pompeya

El 24 de Agosto del año 79 d.C. el Vesubio entró violentamente en erupción sepultando, bajo una inmensa capa de ceniza volcánica, la ciudad de Pompeya y sus alrededores en la bahía de Nápoles. Ese día sus habitantes, que se vieron atrapados de improviso en el horror, desaparecieron de la faz de la tierra.

Plinio, que en ese entonces tenía 18 años y vivía en Miseno, una de las puntas del golfo napolitano a 30 km de la boca del volcán, vio, desde el promontorio en el que se eleva su población, lo que sucedía. Este explica que su tío, Plinio el Viejo, que ejercía labores de gobierno, se acercó con sus galeras a observar el portento que estaba ocurriendo en el monte y a prestar ayuda a los que, alejándose de las laderas, se acercaban a la playa. Sin embargo éste pronto pereció a causa de la inhalación de los gases incandescentes que el volcán emitía quedando su cuerpo como dormido.

El joven Plinio lo relata todo en un par de cartas que le escribe a Tácito, desde el momento en que su madre dio la voz de alarma a su tio Plinio:

El noveno día antes de las kalendas de septiembre (24 de agosto), casi a hora séptima, mi madre le indicó la aparición de una nube de inusitada grandeza y forma.
Luego añade que, en verdad nadie sabía qué era aquello ni de donde venía: 

Los que la miraban desde lejos no sabían desde que montaña salía, pero después se supo que se trataba del Vesubio. La nube tenía un aspecto y una forma que recordaba a un pino, más que a ningún otro árbol, porque se elevaba como si se tratara de un tronco muy largo y se diversificaba en ramas (…) y tan pronto era blanca como sucia y manchada, según llevara tierra o ceniza. (…) una negra y horrible nube, rasgada por torcidas y vibrantes sacudidas de fuego, se abría en largas grietas de fuego, que semejaban relámpagos, pero eran mayores.

Y así refiere cómo la nube llegó hasta Miseno:


No tardó mucho tiempo en descender aquella nube hasta la tierra y cubrir el mar; ya había rodeado y escondido a Capri, y corriéndose hacia el Miseno lo ocultaba. Entonces mi madre me pedía, me rogaba y me mandaba que huyese como pudiera, porque siendo yo joven bien lo podría hacer, y ella apesadumbrada por los años y el cuerpo, moriría tranquila al no ser la causa de mi muerte. Yo, por mi parte, no me quería poner a salvo si no era justamente con ella; y así la tomé de la mano y la obligué a ir de prisa, lo que hizo acusándose a sí misma de constituir un estorbo para mí. Ya caía ceniza, aunque poca, pero al volver el rostro vi que se aproximaba una espesa niebla por detrás de nosotros que, como un torrente, se extendía por tierra. Apartémonos -dije- mientras veamos, a fin de que la multitud no nos atropelle en la calle empedrada cuando vengan las tinieblas. Apenas había dicho esto cuando anocheció, no como en las noches sin luna o nubladas sino con una oscuridad igual a la que se produce en un sitio cerrado en el que no hay luces. Allí hubieras oído chillidos de mujeres, gritos de niños, vocerío de hombres: todos buscaban a voces a sus padres, a sus hijos, a sus esposos, los cuales también a gritos respondían.

Y a renglón seguido comenta:

Muchos eran los que elevaban las manos hacia los dioses, y otros se habían convencido de que los dioses no existen, creían que era la última noche del mundo.

En los detalles de su huída añade que él mismo asimiló que había llegado el fin del mundo:

De cuando en cuando nos levantábamos para sacudirnos las cenizas, de lo contrario nos hubiera cubierto y ahogado con su peso. Me podría envanecer de no haberme lamentado y no haber proferido ningún grito fuerte en medio de tantos peligros, pero me consolaba, en mi mortalidad, la idea de que todos y todo acababa conmigo.

Por suerte las últimas líneas de su misiva son para anunciar el panorama que observó tras la hecatombe:

Aquel vaho caliginoso, no obstante, se desvaneció en humo y niebla, y pronto amaneció de veras y hasta lució el sol, aunque algo sombrío, como cuando se produce un eclipse. Ante nuestros ojos parpadeantes todo parecía distinto y cubierto de espesa ceniza, como si fuera nieve.

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Nada más se supo nunca de Pompeya hasta que en el siglo XVIII, y de modo fortuito mientras se ejecutaban unas obras, comenzaron por primera vez a emerger las ruinas de esa ciudad sepultada 17 siglos antes. La sorpresa fue impactante, pues pronto se comprobó que había muchas cosas intactas e incluso los cuerpos aparecían esculpidos por las cenizas que los cubrieron. Cuerpos cuyo conmovedor vaciado es el molde de la forma que tuvieron. Todo preservado del tiempo por las mismas cenizas que causaron su destrucción. Gran paradoja. El caso es que eso nos ha permitido algo tan insólito como es ver la magnificencia de sus edificios y calzadas, el organigrama perfecto de una ciudad comercial y avanzada que marcó el momento más álgido en la belleza de las villas romanas, domus, y admirar los frescos que las decoraron, que aparte de hablarnos de un gusto refinado, son el resultado de una mentalidad arquetípica.

Las pinturas que se muestran en vídeo pertenecen a una de esas viviendas sepultadas, y se la conoce como "La Casa del Brazalete de Oro", porque en ella apareció, junto a un cuerpo de mujer, una preciosa pulsera de oro con dos serpientes cuyas cabezas muerden, cada una de un lado, un medallón donde se representa en relieve a Diana, la diosa de la Luna, coronada por siete estrellas, número asociado a Apolo, el Sol. Los Gemelos divinos.

Los frescos de esta casa reproducen un jardín delicioso donde, entre los madroños, las adelfas, el laurel y las palmeras, se dejan ver vistosos pájaros de colores, blancas palomas torcaces y también algún ser fantástico. Debe comprenderse que no se trata sólo de imágenes naturalistas, sino simbólicas. Allí están representados la diosa Fortuna portando su cuerno de la abundancia, Dionisio junto a Ariadna, y unas máscaras teatrales de Talía y Melpómene, la comedia y la tragedia, los dos aspectos más diferenciados en la vida de los hombres y siempre presentes en todo y por ello mismo sacralizados por las sociedades tradicionales como ejemplo de las energías opuestas que hay que ser capaz de conciliar. Precisamente, respecto al Teatro Sagrado, Federico González publicaba, en el Blog de la Colegiata Marsilio Ficino, lo siguiente:

El Teatro es una de las artes tradicionales de realizar un trabajo de transmutación interna; por eso es sagrado en muchas civilizaciones y culturas, entre ellas la griega que lo ponía bajo el patrocinio de Talía y Melpómene, la comedia y la tragedia, las dos carátulas de la escena griega.

No falta en la decoración de esta preciosa residencia la fuente ni Venus, la diosa que la representa. Símbolos que expresan que tras la conciliación de esas dos energías opuestas se encuentra la estancia sagrada, aquel estado del alma, a imagen del Jardín del Edén o el Paraíso Terrenal; nuestro Shambalá, Agartha, Isla Verde, Blanca, Ciudad Celeste, Andros o Delos, por citar unos cuantos nombres del imaginario mítico de los pueblos del Egeo y su radio de influencia.  Aunque igualmente podría tener cualquiera de los nombres que según una u otra tradición reciba la Utopía humana. Núria.



 
  
Fuente, fresco en la  "Casa del Brazalete de Oro".
 


lunes, 10 de enero de 2011

Diosa Astarté con Sistros en las Manos




Astarté. "Bronce Carriazo". Sevilla. Museo Arqueológico.


La pieza de bronce que aquí se muestra (datada entre los años 625-525 a.C.) corresponde a la imagen de la diosa Astarté, una divinidad fenicia cuyo culto se extendió en la península Ibérica a través del Mediterráneo, principalmente mediante el flujo de personas que llegaban a la bahía de Cádiz, lugar donde se produce un intenso intercambio comercial e intelectual-espiritual a través de sus símbolos, ritos y mitos. Efectivamente el comercio ha propiciado a lo largo de la historia ese otro tipo de reciprocidad que ha sido verdaderamente la que cimentó y articuló la relación entre todos los pueblos del Mediterráneo. Con el tiempo el culto a Astarté se extendió, y sus templos acabaron ubicados por toda la Península Ibérica.

Astarté es una diosa de la fecundación. Se trata de la Ishtar babilónica, antecedente de la Afrodita griega y la Venus romana. Su equivalente egipcio es Hathor, diosa del amor. Hija de Ra y esposa de Set, vinculada con Isis y asimismo con Bes.

Los ritos que se ofrendaban a esta diosa están relacionados con los de la Prostitución Sagrada, que por supuesto nada tiene que ver con el "antiguo oficio", sino con un rito mágico-teúrgico de fecundación del Cosmos. Un acto secreto y de carácter oracular en el que participaban muy pocos iniciados.

Durante la ceremonia ritual, cuando se producía la hierogamia entre el rey, sacerdote o elegido, con la sacerdotisa principal de Astarté, las compañeras de ésta agitaban los sistros acompasadamente y con un carácter erótico y sensual, tratando de atraer la energía sexual del Cosmos, tanto la celeste como la terrestre, con la que fecundarse y fertilizar el mundo.

En los textos sagrados de los hebreos a menudo llaman a Astarté “reina de los cielos”, también “diosa del mar”, lo que evoca designaciones dadas a la Virgen cristiana, que sin duda hereda de ella ciertos elementos simbólicos. Aunque Astarté significa asimismo “útero”.



Particularidades del Bronce Carriazo


Esta pieza en la que aparece Astarté es conocida como “Bronce Carriazo”, en honor a su descubridor, quien la halló en un mercadillo de antigüedades de Sevilla. Se trata de un fundido en una única placa de unos 9 o 10 cm., la cual es parte de uno de los dos lados de un bocado de caballo. De los siete agujeritos colgaban campanillas, tal y como se ha visto en otros arreos similares. Este bronce además de poseer una gran belleza de composición estética y simétrica, es un portento de síntesis simbólica. La diosa lleva un peinado egipcio, orejas de vaca y túnica de manga corta, todo lo cual la identifica con Hathor. La forma dada a la pieza define, asimismo, la barca solar. Astarté se ve demarcada por dos aves cuyas alas se identifican con las de los querubines, entidades que, igual que la diosa, ejercen funciones de intermediarios entre los planos. Estas alas prefiguran tanto los cuernos como los rayos del disco solar que lleva entre ellos.

El atributo de Astarté es el sistro. La de este bronce en concreto porta dos, uno en cada una de las manos que eleva con determinación al cielo, con la intención de seducirlo con su ritmo acompasado, para que a través de ella se fecunde el Cosmos entero. Los sistros de esta Astarté son esquemáticos y semejan una copa o un loto, no llevan campanillas u otros elementos sonoros, pues éstos han sido colocados en otro lugar de la pieza, ya que el uso práctico de este arreo requiere de un espacio libre por el que hacer pasar las bridas.

Por razones obvias de incomprensión, en las que creo innecesario incidir, el culto a Astarté fue satanizado y su ceremonia ritual, la hierogamia sagrada, denunciada como una práctica del demonio.

No obstante a Astarté y a la energía del Eros que ésta representa, se la sigue invocando a través del amor y de uno de sus muchos nombres, por ejemplo como “diosa de la alegría, la danza y las artes musicales”, “diosa nutricia”, “dama que cruza el mar”, “diosa de las marismas” o “madre de todos los dioses”. Mª Ángeles Díaz (Nuria)

Sistro (Sonajero ritual) con la imagen de Hathor. París. Museo del Louvre.










lunes, 20 de diciembre de 2010

Feliz Navidad y Próspero Año 2011





Durante el Renacimiento se pintaron muchas imágenes como ésta, donde se ve a la Virgen María, Jesús y San Juanito, el primo del recién nacido.

Entre los más famosos pintores que repitieron la escena está Leonardo o Rafael. El cuadro que os presento aquí es un anónimo italiano de esa época.

En él no se muestra la María humilde que dio a luz en un establo, sino en su aspecto universal de Reina de los Cielos portando por manto la Bóveda Celeste. Juanito lo sabe todo y guarda silencio. Jesús, el infante, Es.
Feliz Navidad.
Núria

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sábado, 11 de diciembre de 2010

Arabia antes del Islam


Unas 300 piezas entre ellas esculturas monumentales, estelas funerarias, pedestales, frescos, vajillas de plata,  joyas preciosas, alguna muestra textil, etc., que fueron en su día depositadas en tumbas, forman una gran exposición que pretende viajar por distintas ciudades Europeas. Los objetos proceden de las últimas excavaciones en el desierto saudí y todos ellos conforman un recorrido que comienza  con piezas que se remontan a 15.000 años en el tiempo, con las primeras civilizaciones, la relación con el mundo grecorromano y el esplendor medieval hasta el Islam. Efectivamente todos estos objetos, inéditos, nos transportan a  través de distintos periodos y reinos desde la más remota antigüedad  hasta la llegada del Islam en el siglo VII d. C. Es una muestra que nos da a conocer un aspecto del  pasado árabe preislámico, brillante y próspero, un mundo desconocido para la mayoría del cual nos hablan, no obstante, estos restos arqueológicos.









Estela  antropomorfa de arenisca. Arte prehistórico  IV milenio a.C. >



^Fragmento de una vasija de clorita. Segunda mitad del III milenio a.C.

^Vasija cilíndrica de clorita, decorada con preciosas palmeras. III milenio a.C.


^Vasija troncocónica decorada con serpientes entrelazadas. III milenio a.C.




^Vasija de clorita III milenio a.C.




^Gran cuenco excepcional por sus dimensiones. Decoración geométrica pintada. I milenio a.C.


 
^Altar decorado con escenas rituales. Sobre el ara un toro, con un disco solar entre los cuernos. Siglos V-IV a. C.


^Placa de bronce con inscripción en míneo. Los que escriben se autodenominan servidores del dios Waddum. Siglos I a.C-I d. C.



 ^Pebetero de piedra caliza. Siglos IV-I a.C.(?)




^Pieza de aplique en bronce dorado. Siglo I d. C.





^Pendientes de Oro con forma de campana. Siglos I-III d. C.



^Figura Femenina. Hueso. I-II d.C.



^Colgante con camafeo. Oro, perla fina, rubí y turquesa. Siglo I d. C.




^Pata de una cama. Hierro, betún y plomo. Siglo I d.C.



^Puerta de la Kaaba periodo 1045 a.H. (1635-1636). Chapada en láminas de plata talladas y grabadas.




La muestra ha estado ya en París (Louvre) y Barcelona, ciudad esta última donde se mantendrá hasta el 20 de Febrero 2011. (Fundación "La Caixa").
Las fotos pertenecen al catálogo de la muestra: "Rutas de Arabia. Tesoros arqueológicos del Reino de Arabia Saudí". Núria.

viernes, 17 de septiembre de 2010

FORTUNA PROPITIA "Casa de la Fortuna"




Fresco en las paredes de la “Casa de la Fortuna”. Cartagena (España).


Realizando un trabajo de investigación arqueológica en Cartagena, he tenido la oportunidad de ver los restos de una vivienda romana hallada hace apenas 10 años en esta importante ciudad marítima del sureste español, conocida en todo el Mediterráneo en época cartaginesa, y posteriormente romana como Cartago Nova.

Esta domus, o sea, casa familiar romana, tiene el nombre evocador de “Casa de la Fortuna”. Uno espera encontrar en ella la figura de esta diosa o bien uno de sus atributos principales, como es la cornucopia o cuerno de la abundancia, pero en realidad la casa recibe este nombre porque en su pavimento mosaico, concretamente en el atrio, están escritas las palabras “Fortuna Propitia”. El atrio o patio, para la arquitectura tradicional de Roma, constituye el centro del espacio de la vivienda, señalando el eje en torno al cual se disponen y distribuyen las estancias. Hace por tanto las veces de vestíbulo y lugar de acceso a las distintas habitaciones.

El valor de este yacimiento arqueológico radica en que la casa, además de conservar perfectamente su estructura, ha preservado en su interior algunos de los utensilios y enseres que formaron parte de la vida cotidiana de la familia que la habitó, como la vajilla, estatuarias rituales, monedas, objetos de adorno personal y lucernas. Es por tanto lo que se llama un ecomuseo, término que viene de ico, cuya etimología procede de la palabra griega oíkos, que significa hogar; así pues es una casa con su contenido.

Pero la “Casa de la Fortuna” tiene un valor añadido, y es que unidos a sus muros han aparecido los ejes viarios donde estaba ubicada su entrada, un tramo de los mismos a uno y otro lado de la calle y los accesos a las casas vecinas, de modo que dentro del ecomuseo se puede recorrer un espacio de la calzada romana, y traspasar la entrada a la “Casa de la Fortuna” por la misma puerta por la que accedían sus moradores.





Calzada romana y entrada a la “Casa de la Fortuna”.  Por las incisiones que dejaron en la piedra las bisagras, se observa que hubo una puerta de dos alas.

La sensación que se tiene en esta casa es verdaderamente mágica, pues es como entrar en otra cualidad del tiempo, sintiéndose, además, un frescor ambiental que da la vida, cuando fuera está haciendo un calor sofocante, propio de principios de Septiembre a las 14 horas.

Estamos acostumbrados a ver restos arqueológicos de esta época (siglo I a. C.) desgastados y en los tonos terrizos de la piedra, pero aquí nos encontramos con muros que, sorprendentemente, conservan vivos colores de los frescos que decoraban las paredes de las habitaciones observándose detalles de las pinturas que afortunadamente han quedado intactos, así como sus suelos pavimentados de mosaicos con dibujos geométricos. Es como si, verdaderamente, los ritos de esta casa a la Diosa Fortuna y a las deidades tutelares, hubieran protegido esta morada haciéndola resistente al tiempo para devolvernos a los hombres de hoy en día el perdido sentido de la atemporalidad. Por ejemplo, que el hombre de todos los tiempos siempre ha expresado la belleza e inteligencia de su interior en lo que le rodeaba y que formaba parte de él mismo y de su visión del mundo.

Si lo miramos, no con ojos de especialista, sino con los de un visitante atento, un museo arqueológico no es sólo un lugar donde hay cosas antiguas y viejas, restos de un tiempo “ya superado”, sino que sobre todo es un espacio donde se puede ir a recuperar la memoria acerca de todo aquello que es perenne y no está sujeto, ni lo estará, al devenir, porque son ideas arquetípicas y universales. De alguna manera todo lo que el hombre es está aquí reflejado.

Y es que para el punto de vista Tradicional, o sagrado, el hábitat no es un espacio baladí, sino un organismo vivo. Por eso, según Vitrubio, arquitecto romano del siglo I a.C. -por lo tanto contemporáneo de la “Casa de la Fortuna”- para el ejercicio de la arquitectura, además de los evidentes conocimientos técnicos, se requiere estar bien instruido en las artes, tales como música, armonía, ciencias naturales, fisiología, literatura, filosofía, etc., puesto que una casa debe ser un espacio armónico y funcional en todos sus aspectos, una vivienda adaptada a cada forma de vida, segura y agradable a sus moradores y visitantes; bien orientada en el espacio y la geografía con el fin de que también sea saludable. Estas son algunas de sus indicaciones sobre ciertas nociones de la Arquitectura Tradicional, de la que trata a lo largo de 10 libros.

La arquitectura es una ciencia adornada con numerosas enseñanzas teóricas y con diversas instrucciones, que sirven de dictamen para juzgar todas las obras que alcanzan su perfección mediante las demás artes.

Los edificios particulares estarán bien dispuestos si desde el principio se ha tenido en cuenta la orientación y el clima en que se va a construir; porque está fuera de duda que habrán de ser diferentes las edificaciones que se hagan en el Egipto de las que se efectúen en España; distintas las que se hagan en el Ponto de las que se efectúen en Roma, ya que estas diferencias dependen siempre de los países, puesto que una parte de la Tierra está bajo la influencia inmediata de su proximidad al Sol, otra por su distancia de él, y otra por su posición intermedia entre ambas, resulta templada.

Los dormitorios y las bibliotecas deben estar orientados a levante. Porque el uso de ello requiere luz matinal y además porque en las bibliotecas, los libros no se echan a perder tan fácilmente, pues todo lo que mira al mediodía o al poniente se estropean ya que los vientos húmedos, que soplan desde dichos puntos cardinales, generan y alimentan las polillas y al penetrar su aire húmedo enmohece y echa a perder todos los volúmenes.

Las pinacotecas, las salas de bordar, los estudios de pintura, se orientarán hacia el norte para que los colores mantengan sus propiedades inalterables al trabajar con ellos, pues la luz en esta orientación es constante y uniforme.

Una vez que hemos fijado la orientación más adecuada, debe ponerse toda la atención en las habitaciones que se llaman reservadas, como los dormitorios, comedores, baños y otras destinadas a usos semejantes, no pueden entrar todos sino solamente los que a ellas fueran invitados.

En cambio, en las llamadas comunes puede entrar cualquier persona, aun sin ser invitada. Tales como los vestíbulos, los atrios, los patios, los peristilos y las otras partes que están destinadas a uso común.

Los ciudadanos nobles y quienes ostentan la responsabilidad de atender a los ciudadanos por ejercer cargos políticos o magistraturas, deben disponer de vestíbulos regios, atrios distinguidos, peristilos con gran capacidad, jardines y paseos adecuadamente amplios, en consonancia con el prestigio y la dignidad de sus moradores; y además bibliotecas y basílicas que guarden una digna correlación con la magnificencia de los edificios públicos, dado que en sus propios domicilios se celebran decisiones de carácter público, juicios y pruebas de carácter privado, con cierta frecuencia. Núria





Escultura de mármol. Cabeza de Dionisos. Hallada en el interior de la “Casa de la Fortuna”.

martes, 10 de agosto de 2010

Elogio del Vino

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Baco. Fresco de una casa romana descubierta bajo las termas de Caracalla, un amplio complejo de baños de la Roma imperial.


 
El fresco que aquí presento -la escultura de Miguel Angel y el resto de imágenes griegas y romanas con las que he realizado el guión de este vídeo-, son muestras artísticas y simbólicas que aluden, todas ellas, al dios Dionisos-Baco, y al vino, licor que lo simboliza.

Este caldo obtenido de la elaboración de la uva ha sido tenido por los distintos pueblos que lo han conocido como el rey de los vegetales y destinado por ello a las ofrendas y sacrificios, como ocurre en el Cristianismo durante el rito de la Eucaristía. La razón es que este néctar, que tiene la virtud de agradar tanto al paladar como al olfato, no surge directamente de la planta, sino que además de la tierra, el sol y el agua, el fruto de la cepa necesita la intercesión del hombre, razón por la que se ha considerado siempre una planta sagrada. En efecto, la vid ejemplifica mejor que ninguna otra cosa en su plano, el papel intermediario que tiene el hombre en la Creación, pues es el único ser con condiciones para colaborar en la obra de la Naturaleza, con capacidad para degustar este líquido fermentado y con libertad para poder elegir entre el exceso y la mesura.

Dionisos, y el vino, que es a veces considerado su propia sangre, es aquella Idea -o deidad- que le recuerda al hombre su doble naturaleza terrestre y celeste, esto es, su alma animal y su alma espiritual, y que del equilibrio y la mesura entre ambas nace el arte de vivir en armonía con el Cosmos. No olvidemos que para la Filosofía el hombre es también una planta, “un árbol invertido cuyas raíces están en la cabeza” o en Kether, según el diagrama del Arbol de la Vida de la Cábala.

Miguel Pselos, una vez dicho todo cuanto se puede decir a tenor del vino, según lo entienden los iniciados en los misterios de Dionisos, mutandis mutandi, como hacía Platón, añade este elogio que aquí presento. Espero que lo disfrutéis, tiene mucha gracia. Con todo afecto. Núria.

Dionisos. Escultura de Miguel Angel




martes, 13 de julio de 2010

NOCHE DE ESTRENO TEATRAL

Foto del escenario la noche del estreno.


A los que seguís este blog, y a todos los que alguna vez os asomáis a él, os quiero hacer partícipes especiales del estreno teatral al que el sábado tuve la suerte de asistir. La Colegiata Marsilio Ficino, y el Teatro de la Memoria, ponían nuevamente en escena una obra de Federico González Frías: “El Tesoro de Valls”.

Envueltos en la atmósfera creada por la banda sonora de Music Hall previo a la función, el público espera en su asiento a que se abra el telón y que discurra el espectáculo. Un público, el que sigue a la Colegiata, que ya sabe que no sólo se encontrará con un buen montaje, cuidado en su escenografía y en el vestuario, sino que además espera oír un texto que resonará en su interior.

Y así fue que a través de un lenguaje siempre rico y transgresor comenzó la función.

Cuando esto sucede se ve el decorado de la habitación de un hotel de lujo. A ella entran dos personajes, un conserje mujer ataviado con un suntuoso frac, acompañando a un caballero elegantemente vestido y asiendo un maletín. Enseguida sabemos que se trata de un viejo cliente del establecimiento. Este, mediante el gesto de su rostro, nos descubre ya en los primeros minutos su carácter altanero, consecuencia del orgullo que siente por los logros obtenidos en la vida, todo un tesoro que guarda en su maletín.

Nada hace presagiar, en ese momento, todo lo que se habrá de vivir en las próximas horas dentro de esa suite, pues la sorpresa es continua, los personajes que lo visitan indefinidos, las situaciones que habrá de experimentar insólitas, y a la vez tan reales que llevan a todos los allí reunidos a vivir junto al propio Valls la transformación de muchos valores que creíamos inamovibles y que habían sido hasta ese momento nuestro “tesoro”, aquello en lo que hemos invertido la vida.

Valls, está interpretado por Carlos Alcolea, que tiene una actuación magistral y una modulación de voz impecable. Este, sin dejar el escenario en ningún momento, se constituye en la columna vertebral que articulará la obra cuyo ritmo se mantiene constante durante los dos actos que dura la función, lo cual es una identidad de la obra.

Las carcajadas del público ante esta ingeniosa, irónica y transgresora comedia fueron continuas y algunas veces sostenidas y esbozadas con una sonrisa, pues si bien las situaciones creadas por Federico no pueden ser más graciosas y ocurrentes, y las interpretaciones gestuales del elenco artístico más conseguidas, sin ninguna sobre actuación, subyace en la obra un drama personal y absurdo, con el que el espectador no puede dejar de verse reflejado.

-¡Pobre hombre! - se oyó decir en la sala en más de una ocasión, -¿pero qué más puede pasarle?-

…Y como rubricando la propia pieza teatral, al final de la actuación el mismo Federico sorprende a todos apareciendo, en el saludo en escena, en pijama y bata, es decir con el mismo atuendo que lleva Valls en todo el segundo acto, como si fuera un personaje más de la comedia, o como la comedia dentro de la comedia.

Finalmente se cerró el telón mientras los participantes recibían un caluroso y cerrado aplauso. A continuación Federico recibió las felicitaciones de muchos amigos y espectadores que quisieron darle personalmente la enhorabuena.

Ojalá pudierais ver la obra y participar de ella de una forma más directa. Tal vez se represente en alguna de vuestras ciudades. Yo por mi parte os mantendré al corriente de todo ello y os avisaré cuando la grabación esté en You Tube.
                                                                                                                    Núria



Una instantánea tomada durante los ensayos.






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domingo, 4 de julio de 2010

Nacimiento de Venus




Canal de audiovisuales


"Hay una tercera clase de delirio y de posesión, que es
la inspirada por las musas; cuando se apodera de un alma
inocente y virgen aún, la transporta y le inspira odas y
otros poemas que sirven para la enseñanza de las generaciones
nuevas, celebrando las proezas de los antiguos héroes.
Pero todo el que intente aproximarse al santuario de
la poesía, sin estar agitado por este delirio que viene de
las musas, o que crea que el arte sólo basta para hacerle
poeta, estará muy distante de la perfección; y la
poesía de los sabios se verá siempre eclipsada por los cantos
que respiran un éxtasis divino".